Extractado por Alvaro Abril. Caequinos. Los microorganismos son vitales para que los árboles capten metano: hoy se publica en Nature un estudio, en el cual participa el CREAF, que descubre, por primera vez, que los árboles captan metano – uno de los gases de efecto invernadero que más contribuyen al calentamiento global del planeta. La investigación se ha llevado a cabo en bosques de Inglaterra, Suecia, Panamá y Brasil y el análisis apunta a que los árboles que más gas capturan son los que se encuentran en los lugares más húmedos y calurosos.
Los resultados pueden suponer un cambio de paradigma en los planes de reforestación y conservación, que hasta ahora solo contemplaban la capacidad de los bosques para secuestrar dióxido de carbono (CO2).
El Eureka! en ciencia a veces llega por hacer un experimento ligeramente diferente al resto, un cambio que puede poner patas arriba lo que se creía hasta entonces. Esto es precisamente lo que ha pasado en un artículo que se publica hoy en Nature, y que descubre que, al contrario de lo que se creía, los árboles consumen metano -un gas de efecto invernadero responsable de cerca del 30% del calentamiento global-.
La mayoría de estudios suelen medir los flujos de metano en el primer metro del tronco, donde los árboles sí emiten este gas hacia la atmósfera. Pero la clave de esta investigación, liderada por la Universidad de Birmingham y en la que participa el CREAF, es que ha tomado las mediciones a más altura y no solamente cerca del suelo, y observa que, aproximadamente a partir de un metro, las bacterias que viven en la corteza absorben mucho más metano del aire del que que se libera a la atmósfera.
“En concreto, el potencial de los bosques para absorber metano sería de 24,6-49,9 Tg a escala mundial, una cantidad similar a la que captan los suelos de todo el mundo”, explica Josep Barba, investigador del CREAF y uno de los coautores del artículo. Los resultados también revelan que los bosques que más absorben este gas son los que se encuentran en climas más húmedos y calurosos, como los ecosistemas tropicales, “porque es donde los microorganismos están más activos”, continúa Barba.
Los microorganismos son vitales para que los árboles capten metano
Según los investigadores, esta diferencia se debe al papel de las bacterias que habitan la corteza y que utilizan el metano como fuente de energía (las metanotrofas). Estas bacterias empiezan a consumir metano del exterior a medida que queda menos en el interior del árbol, un hecho que sucede a partir del metro de altura.
“Los árboles funcionan como chimeneas que canalizan el metano de las capas profundas del suelo a través del tronco y lo liberan por la corteza. Así, conforme más altura, menos metano va quedando en el interior del tronco”, aclara Barba. A partir del metro, por tanto, queda menos gas en el interior del árbol y las bacterias lo empiezan a consumir de fuera. “De esta manera, en el cómputo global, se absorbe más de lo que se emite”, destaca Barba.
Un experimento curioso en los bosques tropicales de Panamá y Brasil
La investigación se ha llevado a cabo en los bosques tropicales de Panamá y Brasil, que viven en un clima cálido y húmedo; los bosques boreales de Suecia, que crecen en un ambiente frío y con poca lluvia, y los templados de Inglaterra, con un clima intermedio entre los dos anteriores. En estos lugares el equipo ha analizado centenares de árboles de varias especies con una metodología sencilla y curiosa: han ajustado cámaras de medición a los troncos para detectar a tiempo real los gases que se desprenden o se absorben desde la corteza y han tomado mediciones a diferentes alturas.
En algunos ejemplares también han extraído muestras de madera del interior para ver la cantidad de gas que contenía y cuánto consumían las bacterias. “Vemos que los que más metano captan son los bosques tropicales, seguidos de los templados y, por último, los boreales. En concreto, los tropicales captan unas 10 veces más que los templados y unas 20 veces más que los boreales”, añade Barba, que ya ha comenzado a recoger muestras en diversos bosques de hayedos, encinares, robledales y pinares de Catalunya.
Los datos también apuntan a que en un mismo bosque hay especies que captan más metano que otras, probablemente debido a diferencias en la propiedades de la madera, como la densidad o el diámetro de los vasos transportadores. “No obstante, no es algo que hayamos analizado en profundidad en este estudio y tendremos que investigar más este aspecto”, explica Barba.
El rol de los bosques en los planes para mitigar el cambio climático
Este estudio añade valor al rol de los bosques en los planes para mitigar el cambio climático, porque a la capacidad de almacenar carbono atmosférico, se le sumaría la de absorber metano, “los dos gases que más contribuyen al calentamiento global del planeta”, comenta Barba. En el caso de las estrategias de reforestación, también puede suponer un cambio de visión, ya que en algunos casos los ‘nuevos bosques’ no son muy eficientes en cuanto a sumidero de carbono, porque están conformados por árboles jóvenes con poca biomasa. Sin embargo, en el caso del metano, lo importante no es lo maduro que sea un bosque, sino la superficie de la corteza que interacciona con la atmósfera, “así que a pesar de que los árboles sean jóvenes, si hay muchos, hay mucha superficie de tronco expuesta y el potencial para captar metano de la atmósfera es alta”, explica Barba.
“El Compromiso Mundial contra el Metano, lanzado en 2021 en la cumbre sobre cambio climático COP26, tiene como objetivo reducir las emisiones de metano en un 30% para finales de la década. Nuestros resultados sugieren que plantar más árboles y reducir la deforestación deben ser una parte importante para conseguir este objetivo”, concluye Vincent Gauci, investigador de la Universitat de Birmingham y autor principal del estudio.
El estudio lo ha liderado la Universidad de Birmingham en Reino Unido y ha contado con diversas entidades internacionales: la Universidad de Lancaster, el Centro de Medioambiente de Lancaster; la Universidad de Oxford y Open University también en Reino Unido; la Universidad de Arizona en EEUU; la Universidad de Linköping en Suecia; la Universidad Federal de Río de Janeiro en Brasil; el Instituto de investigación Tropical del Smithsonian en Panamá; la Universidad de Ulm en Alemania y el CREAF en Catalunya (España).